LAS TROYANAS




VISIÓN ARTÍSTICA

La tragedia se dignificó, se deshizo de argumentos breves y del lenguaje burdo, que se debía al haber nacido de los coros de Sátiros Dionisiácos, y alcanzó más tarde un tono de dignidad. Cap. IV Poética de Aristóteles
El interés de poner en escena esta obra radica en la fuerza de este texto clásico para mostrar la crueldad, los padecimientos y las pérdidas que provocan las guerras, poniendo de manifiesto que tanto vencedores como vencidos son perdedores.
Nos moviliza también el hecho de que la visión de la obra es, fundamentalmente, la lectura de los vencidos. Rescatamos que las protagonistas son mujeres, lo que expresa la complejidad en las relaciones vinculares con los hombres, en ese contexto particularmente, aunque esta concepción se extiende más allá  del mismo. Hablamos del machismo, que pone a las mujeres en la posición de objetos: para ser sacrificados, como trofeos de guerra o simplemente continuadoras de la especie.
Consideramos que la belleza de estos textos, plenamente vigentes en la actualidad, nos permite seguir indagando, replantearnos temas como: la destrucción, las relaciones de poder, lo material y lo espiritual, la sumisión, el machismo, aspectos que aún hoy condicionan nuestra mirada sobre la vida y la construcción del mundo.La mujer será el objeto del trabajo. 
La mujer en situaciones extremas a saber: En la muerte de sus seres queridos, en la trata de blancas, en la servidumbre obligada, en la violación y abuso, en el asesinato de sus hijos, en la ancianidad abandonada.  Todos estos son conflictos que se exponen en Las troyanas de Eurípides.
Las actrices estarán vestidas de gala, de fiesta debido a que el último día de felicidad en Troya fue cuando los griegos abandonaron el sitio y dejaron en la playa el Caballo de la traición. Las mujeres troyanas festejaron, bailaron, cantaron hasta el amanecer cuando cayeron cansadas de felicidad abrazadas a sus hombres. Luego el horror las encontró con las ropas de fiesta. Cada color en los vestidos será simbólico. El verde será Poseidón, Dios del Mar, el blanco el luto de las Reinas, el naranja el Sol, etc.
El espacio representará un espacio vacío, una playa, un lugar de paso antes de subir a los barcos. La noche y el día en la playa.
Los sonidos serán ejecutados por las mismas actrices de acuerdo a la situación. Serán canciones populares interpretadas por felices mujeres, serán canciones de duelo, música del alba, sirenas de barcos, susurros y también lamentos.
Los dioses serán simplemente convenciones. Un actor invitado representará al único Rey que aparece en la obra Menelao. Una actriz buscará detrás de un atril y una máscara la identidad del mensajero griego.
Todo comienza con la llegada a la playa de Las troyanas y termina con ellas partiendo.  La vida se repite, sigue siendo circular.


SINÓPSIS  
Eurípides es el primer psicólogo. Es el descubridor del alma en un sentido completamente nuevo, el inquisidor del inquieto mundo de los sentimientos y las pasiones humanas. Es el creador de la patología del alma.
En esta obra, Eurípides nos sitúa en el último día de Troya. La flota griega está pronta a partir, y las troyanas están siendo sorteadas.
Poseidón se lamenta de Troya, la ciudad que protegía, debido a la inminente destrucción que le acaece en manos de los griegos. Ante él se presenta la diosa Atenea, su rival en esta guerra, indignada porque han sacado a Casandra del templo donde le rendía culto, por ello no favorecerá a los griegos en su regreso.
Hécuba, muestra la desesperación de los vencidos. Pregunta por el destino de cada troyana, que no puede ser otro que ser entregadas a algún vencedor. Andrómaca ha sido asignada al hijo de Aquiles, Hécuba, a Odiseo, Casandra, su hija, a Agamenón, Polixena también hija de Hécuba, ha de ser sacrificada en la tumba de Aquiles, creando un gran efecto dramático. 
Casandra, canta su canción de boda, su himeneo, lleno de odio contra Agamenón, anunciando que será su boda, la causa de la ruina del jefe militar de los aqueos.
Los aqueos deciden matar al hijo de Andrómaca y Héctor despeñándole por los muros de Illión.
Menelao aparece en escena para llevarse a Helena prometiendo matarla en Esparta donde no quieren ir las prisioneras, por ser la cuna de sus males. Hécuba alaba la decisión de Menelao de matar a Helena, mas le advierte sobre los encantos de esta mujer y la posibilidad de que le vuelva a enamorar en el viaje.
Helena se defiende argumentando que la culpa es de Príamo, que no mató a Paris cuando nació, dando cumplimiento tal y como estaba profetizado al destino de Troya, que iba a ser destruida si el niño no moría. Culpa también a Afrodita que, en el famoso Juicio de París, prometió concederle a éste el lecho de Helena. Paris había sentenciado que era la más bella de las diosas en contienda, y prefirió este premio al de Atenea, que le ofrecía la conquista de Grecia, o al de Hera que le ofreció Europa y Asia si la elegía.
Hécuba le responde que no fue Afrodita la vencedora, sino la lujuria, y que a todas sus insensateces dan los hombres el nombre de Afrodita.
La obra cobra más dramatismo aún con el pequeño cuerpo de Astianax, el hijo de Héctor y Andrómaca, que es recibido por Hécuba para que sea enterrado según instrucciones de su madre, que ya ha partido.
Termina con la orden a los soldados griegos de quemar Troya, repartiendo las prisioneras en las naves aqueas hacia su incierto destino.
Eurípides, como era su estilo, nos propone personajes de mujeres fuertes y esclavos inteligentes, humaniza los personajes y critica la divinidad tradicional, cuestionando de esta manera las costumbres y  las relaciones de poder del momento.
En los vencidos, hasta la virtud es causa de desgracias.
No cabe duda de que Eurípides, el dramaturgo filósofo, se separa abiertamente, como en otras obras, de la concepción de los dioses de su época, llevando su reflexión mucho más allá.



FICHA TÉCNICA

Género: Tragedia

Duración: 70 minutos

Calificación: Apta para todo público

Dramaturgia: Eurípides

Actúan:

Margarita Cubillos como Poseidón - Mujer del Coro
Tania Casciani como Palas Atenea - Mujer del Coro
Elena Schnell como Hécuba

Betsabé Quintero como Talthibios - Mujer del Coro

Julia Stern como Casandra - Mujer del Coro
Laura Rodriguez como Andrómaca - Mujer del Coro
Nella Bora como Helena - Mujer del Coro
Federico Ortega Oliveras como Menelao

Entrenamiento vocal y arreglos musicales: Julia Stern

Asistencia musical: Santiago Servera

Diseño escenográfico: Noelia Torres y Ven que te tiente Teatro

Diseño y realización de utilería: Iván Videla

Diseño y realización vestuario: Adrián Di Carlo y Ven que te  tiente Teatro

Maquillaje: Diana Sotelo

Diseño Gráfico: Juan Antonietti

Responsable Técnica: Noelia Torres

Equipo de gestión y producción artística: Ana Pistone y Laura Rodríguez

Dirección general: Roberto Aguirre




SOBRE LA GUERRA DE TROYA, UN POCO DE HISTORIA


  Las Troyanas narra el destino de las mujeres de esa ciudad, luego de que Troya fuera destruida por los griegos, tras 10 años de enfrentamiento bélico.
Esta guerra es la figura central de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que solo dos nos han llegado intactos, La Ilíada y La Odisea de Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de Ulises, uno de los líderes griegos. Otras partes de la historia y versiones diferentes fueron elaboradas por poetas griegos y romanos posteriores.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que esta guerra había tenido lugar en los siglos XIII AC o XII AC, y que Troya estaba situada cerca del estrecho de los Dardanelos en el noroeste de la península de Anatolia (actual Turquía). En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran consideradas mitológicas. En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hissarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Nueva Ilión, que existió hasta el siglo I AC y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Parecía una inmensa cebolla cuyas capas habría que ir deshojando una tras otra y cada una de estas capas parecía haber sido habitada en épocas distintas. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde otras dos. Pero, ¿cuál de estas nueve ciudades era la Troya de Homero? Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro Magno habían sacrificado a los dioses.
Algunos historiadores creen que la Troya VI o la VII fueron la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos. Otros historiadores creen que los relatos de Homero son una fusión de historias de sitios y expediciones de los griegos de la Edad de bronce o del periodo micénico, y no describe hechos reales. Los que piensan que las historias de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre 1100 AC y 1300 AC.
El mito: Todo comenzó con la manzana de la Discordia. Habiendo sido invitados los dioses y las diosas, a las bodas de Tetis y Peleo, solamente la Discordia fue excluida del festín, por temor a que sembrase el desorden y la disidencia. Herida por esta afrenta, se vengó hábilmente: arrojó sobre la mesa una manzana de oro que llevaba grabadas estas palabras: “A la más hermosa”. Y aquí principió la discordia, ya que 3 diosas se disputaron el título.
Paris, hijo del rey de Troya, fue llamado a actuar de juez. Hera le prometió riquezas, Atenea la gloria de las armas y Afrodita que le daría la más bella mujer del mundo. Afrodita fue la preferida y en medio de los aplausos del Olimpo obtuvo el premio de la belleza. Celosas y humilladas sus rivales, resolvieron perder a París, a su familia y a toda la nación troyana.
Afrodita, que había prometido a París concederle la mujer más hermosa que en el mundo hubiera, eligió a Helena, esposa de Menelao, rey griego, que vivía felizmente con su esposo en su palacio de Esparta. Ningún obstáculo detiene a Paris: Afrodita le guía. Llega a Esparta y desembarca en medio del más suntuoso aparato. Una gracia divina resplandece en su persona. Menelao lo recibe en su corte con todas las demostraciones de afecto: le destina la más rica de las habitaciones y en ella es servido por veinte esclavos atentos a satisfacer sus menores deseos. En medio de las fiestas Paris no olvida un momento su proyecto y, para agradar a Helena, emplea las palabras más amables, las miradas más afectuosas, los más asiduos y obsequiosos cuidados.
Entre tanto Menelao se ve obligado a marchar a la isla de Creta por un asunto importante, deja a su esposa y se embarca.
El rapto de Helena. Al hallarse Paris solo al lado de Helena le abre su corazón y la conjura a que parta con él para Troya, su ciudad natal. Ella no puede resistirse a sus encantos y parte con él, renuncia a su patria y abjura de sus sentimientos de esposa y de madre.
Menelao clama venganza. Al regresar Menelao y conocer el crimen del pérfido huésped, hace estremecer con sus gemidos todo el Peloponeso y la Grecia. Los capitanes, los príncipes y los reyes vecinos enardecidos por la palabra vibrante de Menelao y ardiendo en deseos de vengar tan vergonzosa ofensa, reúnen en Beocia y en el puerto de Aulis sus naves, sus corceles, sus armas y todos los aparatos de guerra y se obligan a permanecer unidos hasta que Troya haya sido tomada y destruida por completo. El mando general de la armada es conferido a Agamenón, rey de Argos y de Micenas y a la vez hermano de Menelao.
Pero un prodigio inesperado se opone a la partida de las naves griegas; en el mar no se advierte el más leve soplo de viento. Transcurren semanas y meses, la calma continúa y los remos agitan en vano las inmóviles ondas. Piden consejo al adivino Calcas, que guarda silencio; al fin declara que es necesario aplacar la cólera de Artemisa ofreciéndole en sacrificio a Ifigenia, primogénita de Agamenón. Agamenón se niega, pero poco a poco, los sentimientos del amor paternal ceden ante los de la gloria militar; la ambición ahoga la voz de la naturaleza. Agamenón accede al sacrificio que se le exige, y considerando los triunfos para que su muerte daría a Grecia, Ifigenia acepta resignada su destino.  Cae el hacha y todos perciben claramente el golpe; pero en el mismo instante Ifigenia desaparece sin dejar rastro de su huida, mientras ocupa su sitio una cierva de corpulencia extraordinaria y belleza excepcional, tendida en el suelo y palpitante aun. Este prodigio enardece el valor de los griegos; el viento sopla favorable y se hacen a la vela.
LA GUERRA
Comienza el sitio de Troya. Troya, sitiada por millares de combatientes, estaba defendida por Héctor, hijo del rey Príamo, Eneas, Memnón, Polidamante, Euforbo, Sarpedón, rey de Licia, y otros ilustres guerreros. Paris no figura entre los valientes guerreros, aunque muere en un enfrentamiento.
Aquiles, el bravo guerrero griego, era uno de los puntales de su ejército, al que dio grandes victorias hasta que Menelao le arrebató a su amante. Después de este hecho, Aquiles abandonó la lucha. Sin embargo, retomó las armas tras la muerte de su amigo Patroclo a manos de Héctor, príncipe troyano.
El combate de Aquiles con Héctor.
Aquiles, decidido a vengar la muerte de Patroclo, reta a Héctor, que accede a pelear a pesar de los ruegos de sus padres Príamo y Hécuba y de su esposa Andrómaca. La victoria queda largo tiempo indecisa entre los dos rivales, hasta que Aquiles hiere de muerte a Héctor, tras lo cual se ensaña con su cadáver y se lo lleva para impedir que sea velado según los ritos tradicionales.
Pero a la noche siguiente cambió de resolución conmovido ante las lágrimas del anciano Príamo que cayó a sus pies besándolos y rogándole una y muchas veces que le concediera los restos de Héctor. El cadáver, transportado a la ciudad, fue solemnemente incinerado. Andrómaca, Hécuba y Helena hicieron resonar en torno de la pira cantos lúgubres de deseseración.
Aquiles y Polyxena. Un año antes de que fuera destruida Troya, Aquiles se enamoró de Polyxena, hija de Príamo. La pidió y obtuvo por esposa, pero cuando se acercaba al altar nupcial fue herido en el talón por una flecha que París le disparó y esta herida le causó la muerte. Luego Polixena fue sacrificada en su tumba.

EL FINAL DE LA GUERRA
Cansados los soldados del ejército griego de la duración del sitio de Troya y convencidos de que -esta ciudad era inexpugnable, pedían ávidamente a sus generales que les reintegraran a sus hogares. El descontento crecía de día en día y amenazaba una inminente sedición.
Entonces Ulises, que fue siempre fecundo en tramar astucias, concibió la estratagema más atrevida y más temeraria de que hace mención la historia, aplaudida por los capitanes dispuestos ya a aventurarlo todo. A este fin y con los abetos cortados en el monte Ida, hicieron construir un caballo enorme, tan alto como los más elevados muros de Troya y capaz de albergar en su vientre un batallón armado. Al mismo tiempo hicieron correr el rumor de que desistían de su empeño de tomar a Troya y que aquel caballo gigantesco era una ofrenda a Minerva para obtener por su intercesión un feliz retorno a su patria y aplacar la indignación de la diosa por el robo del paladio.
En efecto, después de haber introducido en el vientre del caballo los trescientos guerreros más escogidos, entre los cuales se contaban Ulises, Pirro, Estáñelo y Menelao, fueron a ocultar sus naves detrás de la isla de Tenedos, situada a poca distancia de la orilla.
Al saberse en la ciudad la retirada de los enemigos, los transportes de júbilo se desbordan por todas partes, las puertas se abren de par en par y muchos se apresuran a salir para recorrer el lugar en que acampaban los griegos y las llanuras que desde hacía tanto tiempo habían ocupado.
Algunos contemplan con extrañeza la ofrenda hecha a Minerva y la prodigiosa corpulencia del caballo. Algunos piden que sea arrastrado dentro de la ciudadela; otros proponen que sea arrojado al fondo del mar o que le prendan fuego.
La incierta multitud duda entre los dos extremos, cuando, para dar ejemplo a todos, Laocoonte, gran sacerdote de Poseidón, arrebatado por la indignación, acude desde lo
más alto de la ciudadela y les increpa de esta manera: «Desgraciados, ¡qué ceguera tan grande la vuestra! ¿Estáis seguros de la definitiva retirada de los enemigos? ¿Creéis que un presente de los griegos no encierra un engaño? ¿Tal confianza os inspira Ulises? ¡Tras estos pérfidos maderos se esconden muchos soldados enemigos!». Dicho dispara con su robusto brazo un dardo contra la armadura que forma el vientre y los flancos del monstruo. El dardo se clava allí y arranca un sordo ruido de armas y armaduras suficiente para inspirar serias sospechas, pero el pueblo no le concede ninguna importancia.
En ese momento, llegan unos pastores frigios con un soldado griego, con las manos atadas detrás de la espalda. El soldado dijo a Príamo un discurso artificioso, ideado por Ulises, y convenció al rey de que el embarque de los griegos no era una ficción y que al construir un caballo de tamaño tan colosal sólo intentaban impedir que pudiesen introducirlo en la ciudad. Después añadió: «Si alguna .vez pudierais conseguir emplazarlo en vuestra ciudadela, los griegos no intentarían ya jamás atacar de nuevo a los troyanos, sino al contrario, pues tales son los designios de la suerte, los troyanos se enorgullecerían de poder un día presentarse a las puertas de Micenas, ponerla sitio y devolver a los griegos centuplicados todos los males y calamidades que ellos les han infligido».
Las palabras de aquel pérfido produjeron en todos los espíritus profunda impresión y el extraño suceso que a ellas se siguió hizo desaparecer toda irresolución y duda. Dos serpientes de unas dimensiones monstruosas se lanzaron sobre Laocoonte y sus dos hijos, se arrollaron a sus cuerpos, los destrozaron con crueles mordeduras y los ahogaron con su hálito envenenado, para después dirigirse lentamente al templo de Minerva hasta los mismos pies de la estatua y esconderse tras de su escudo.
Los troyanos llenos de admiración ante este prodigio, no se detienen ya a deliberar. Quitan las cadenas al soldado griego, dejándole en completa libertad para entrar en la ciudad; derrumban un trozo de muralla para abrir paso a la máquina fatal. Todos ponen manos a la obra, todos tienen a gloria tocar las cuerdas con que le arrastran hacia la ciudad. Jóvenes y doncellas cantan himnos en acción de gracias a Minerva, y el pueblo entero se entrega a los excesos propios de un día de fiesta.
Fiesta nocturna y debacle final. Mientras tanto y a favor de la noche, la flota griega se acerca a la ribera. Los troyanos vencidos por la fatiga y el vino duermen con sueño profundo. El soldado griego se dirige al caballo, abre la puerta practicada en su flanco y por medio de largas cuerdas facilita el descenso a trescientos soldados que inmediatamente ocupan los puestos estratégicos La armada, que a su vez ha desembarcado, penetra en la ciudad por la brecha abierta en el muro blandiendo antorchas incendiarias, prende fuego a la ciudad, saquea las moradas principales y hace una espantosa mortandad entre sus habitantes sin distinción de sexo ni edad.
Pirro, hijo de Aquiles, mata al rey Príamo presencia de Hécuba y ante el altar de Júpiter.
Los vencedores después de satisfacer su venganza, retornaron a sus barcos cargados de rico botín y levaron anclas. Cuatro cautivas reales; Hécuba, viuda de Príamo, sus hijas Casandra y Andrómaca, viuda de Héctor, constituían el más bello trofeo de su victoria.
¿Qué ocurrió con Helena? En cuanto a Helena, no se sabe exactamente cuál fue su conducta durante esta guerra. Hornero asegura que la desdichada reina desde que abandonó a su primer esposo suspiraba continuamente y maldecía el instante en que había tenido la debilidad de dar oídos a un extranjero y fugarse de su país. Muerto Paris desposóse con Deífobo, que era también hijo de Príamo; pero después que Troya fue tomada le traicionó de la manera más indigna entregándole al puñal de los griegos, esperando que este acto le valdría la reconciliación con Menelao. Y así fue en efecto: el hijo de Atreo la perdonó y llevóla consigo a Grecia donde le esperaban nuevos sinsabores. La muerte le arrebató a Menelao que era su último apoyo: después fue echada del Peloponeso como si se tratara de una calamidad pública y huyó a Rodas al lado de la reina Polyxo. Esta en el primer momento la acogió bien, pero al día siguiente ordenó que fuese ahogada en el baño y colgada de una horca.

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